El seguimiento
No
marches a seguir a Jesús si aún no te convences que Jesús no tiene nada que darte.
No marches a seguir a Jesús mientras el Jesús del
evangelio no este gritando justicia en tu corazón.
No marches a seguir a Jesús mientras continúes con
la idea de que su seguimiento será de paz y de tranquilidad.
No marches a seguir a Jesús si no te convences de
que el dolor, el sufrimiento y la soledad tocarán muchas veces tu piel y tus
huesos en la fría oscuridad más profunda.
No
marches a seguir a Jesús mientras no creas en el Dios de Jesús.
No marches a seguir a Jesús si no crees en una vida nueva y contentas
tu conciencia prestando ayuda en trabajos humanitarios.
Cada día Jesús sigue invitándote a seguirlo, a
continuar sanando enfermos, sacando demonios, a multiplicar el pan de Dios en
los corazones del hombre hambriento, a rodearnos de niños invitándote a ser
como ellos. Jesús sigue invitándote a proclamar la libertad a los cautivos de
la sociedad, del consumismo, del autodesprecio de nuestra propia vida. La
misericordia de Dios sigue invitándote a ser uno con la prostituta, con los
ladrones, con los marginados, con los
sufrientes, con los pobres de espíritu, hasta retarnos a tener misericordia con
nosotros mismos, a perdonarnos como el perdona mirando profundamente a los
ojos.
A
ti y a mi cobardes, temerosos, indecisos, infieles, a ti y a mi tan normales en
nuestra anormalidad, Dios sigue nombrando nuestros nombres en la eterna
intimidad de su corazón en cada niño, en cada hombre, en cada oprimido,
descorazonado, hastiado y explotado, en la madre, en cada ser que aplasta el
sufrimiento.
¿Cuál es mi
respuesta, cual es la tuya? ¿Te animas a seguirle?
J.
Giménez SJ. 10/Diciembre/2001

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